Recuerdo que aún no había llegado el verano, pero aquella mañana de sábado decidí sentarme en la terraza del bar “La Marea” a tapear con unos amigos que habían venido a visitarme. Era de las primeras veces que Juan pisaba Cádiz y como él es de tierras de secano, pues me pidió que fuésemos a un lugar cercano a la playa. Como la llamada previa al encuentro me pilló por la parte moderna de la cuidad decidí que llevaría a mis amigos a la playa de Santa Mª del Mar; con algo menos encanto que mi queridísima playa La Caleta, pero con unas vistas maravillosas de la Catedral y el Castillo de San Sebastián.
Juan y su novio, Jose, me charlaban sin cesar; confieso que no recuerdo exactamente de qué, porque ambos querían acaparar mi atención y yo no conseguía centrarme en ninguno en concreto. Con las bebidas ya en la mesa, encargamos lo que íbamos a comer. El sol hacía de la suyas en mi pelo, casi podía oler a quemado. Me entró un calor sofocante y Juan ofreció cambiarme su asiento. Acepté sin pensármelo, lo que quería era quitarme esa sensación de hormigueo en la espalda. Ahora era yo la que podía ver la playa. La zona es muy frecuentada por surfistas debido a la altura que las olas alcanzan en esta orilla, pero aquel día no había ninguno con su respectiva tabla, ya que el mar estaba en calma; lo que sí había era algún que otro bañista que se había atrevido a darse el primer chapuzón de la temporada. Bla, bla, bla y más blas de Jose y Juan _ ¿Qué tal te va? ¿Qué tienes pensado hacer este verano? ¿Por qué no te animas y te vienes a Cuenca con nosotros? _ y de repente, ese estado casi hipnótico desapareció. Parecía que alguien se había puesto ante a mí a chasquear sus dedos hasta que volviera a la realidad. El ruido de las dos ambulancias me sacó de mi catarsis. Juan miró nuestras caras y al girarse pudo ver la cantidad de personas que se había aglomerado en la balaustrada y que casi no nos dejaban ver la playa.
Le dijimos al camarero que algo grave estaba pasando y que no levantaríamos un momento para averiguar de qué se trataba. Yo fui la primera en llegar dónde el gentío y lo que vi fue al equipo de salvamento de Cruz Roja sacando a dos personas del agua. Luego, también pude ver como los rescatados recibían los primeros auxilios. No me explicaba cómo alguien podría haber estado en peligro con un mar que apenas presentaba olas. Pero todo puede pasar, hasta lo impredecible, cuando menos se espera. Más de media hora estuvieron reanimando a ambos y al final uno de ellos subió cadáver a la camilla.
Al día siguiente me enteré de los detalles por la prensa. Los desafortunados nadadores resultaron ser madre e hijo. La mujer, de avanzada edad, se había metido en el agua para remojarse los pies y al final se mojó el cuerpo entero. Sus nietos, desde la orilla, le habían advertido de lo traicionero del oleaje en esta zona y que no debía fiarse de la supuesta calma del vaivén marino. En algún momento, la señora perdió pie y su hijo, el otro implicado, adelantándose a los profesionales, se metió a rescatarla. Tuvo que existir un forcejeo entre ambos debido al pánico y la tensión que te puede provocar una situación como esa y al final fueron ambos los que precisaron de ayuda porque los dos quedaron inconscientes dentro del agua. Médicos y auxiliares no tardaron en llegar al lugar de los hechos, pero ya nada se pudo hacer, por más que se intentó, por el hombre. Sufrió un infarto por la impresión y pereció en su intento de ayuda. Al final, en lugar de darle una moneda a Caronte, pagó su viaje con un puñado de arena dorada de la playa de Santa María y por mi parte, pasaron muchos años para que pudiera volver a bañarme en esas aguas.
Juan y su novio, Jose, me charlaban sin cesar; confieso que no recuerdo exactamente de qué, porque ambos querían acaparar mi atención y yo no conseguía centrarme en ninguno en concreto. Con las bebidas ya en la mesa, encargamos lo que íbamos a comer. El sol hacía de la suyas en mi pelo, casi podía oler a quemado. Me entró un calor sofocante y Juan ofreció cambiarme su asiento. Acepté sin pensármelo, lo que quería era quitarme esa sensación de hormigueo en la espalda. Ahora era yo la que podía ver la playa. La zona es muy frecuentada por surfistas debido a la altura que las olas alcanzan en esta orilla, pero aquel día no había ninguno con su respectiva tabla, ya que el mar estaba en calma; lo que sí había era algún que otro bañista que se había atrevido a darse el primer chapuzón de la temporada. Bla, bla, bla y más blas de Jose y Juan _ ¿Qué tal te va? ¿Qué tienes pensado hacer este verano? ¿Por qué no te animas y te vienes a Cuenca con nosotros? _ y de repente, ese estado casi hipnótico desapareció. Parecía que alguien se había puesto ante a mí a chasquear sus dedos hasta que volviera a la realidad. El ruido de las dos ambulancias me sacó de mi catarsis. Juan miró nuestras caras y al girarse pudo ver la cantidad de personas que se había aglomerado en la balaustrada y que casi no nos dejaban ver la playa.
Le dijimos al camarero que algo grave estaba pasando y que no levantaríamos un momento para averiguar de qué se trataba. Yo fui la primera en llegar dónde el gentío y lo que vi fue al equipo de salvamento de Cruz Roja sacando a dos personas del agua. Luego, también pude ver como los rescatados recibían los primeros auxilios. No me explicaba cómo alguien podría haber estado en peligro con un mar que apenas presentaba olas. Pero todo puede pasar, hasta lo impredecible, cuando menos se espera. Más de media hora estuvieron reanimando a ambos y al final uno de ellos subió cadáver a la camilla.
Al día siguiente me enteré de los detalles por la prensa. Los desafortunados nadadores resultaron ser madre e hijo. La mujer, de avanzada edad, se había metido en el agua para remojarse los pies y al final se mojó el cuerpo entero. Sus nietos, desde la orilla, le habían advertido de lo traicionero del oleaje en esta zona y que no debía fiarse de la supuesta calma del vaivén marino. En algún momento, la señora perdió pie y su hijo, el otro implicado, adelantándose a los profesionales, se metió a rescatarla. Tuvo que existir un forcejeo entre ambos debido al pánico y la tensión que te puede provocar una situación como esa y al final fueron ambos los que precisaron de ayuda porque los dos quedaron inconscientes dentro del agua. Médicos y auxiliares no tardaron en llegar al lugar de los hechos, pero ya nada se pudo hacer, por más que se intentó, por el hombre. Sufrió un infarto por la impresión y pereció en su intento de ayuda. Al final, en lugar de darle una moneda a Caronte, pagó su viaje con un puñado de arena dorada de la playa de Santa María y por mi parte, pasaron muchos años para que pudiera volver a bañarme en esas aguas.
16 comentarios:
Qué horror...Ver cómo ante tus ojos se va una vida...Yo estudio medicina y es mi mayor miedo..Tener una vida entre mis manos y que se me escape sin poder hacer nada...La vida, a veces, tiene golpes con una ironía demasiado amarga...
Yo también habría tardado en bañarme en esa playa...
Un abrazo!=)
Y es que el tópico de "no somos nada" es bien cierto. Mucha gente debería meditar sobre ello.
Hasta pronto
Diego
Ufff...qué tremendo.. cosas así tan impactantes no se olvidan de por vida..
Al mar hay que respetarlo mucho mucho, en todos sus estados, no olvidemos que hablamos de la madre Naturaleza, sí, esa que tenemos tan apaleada.
Triste historia.
Yo este verano pasado casi me quedo dentro del mar también. Fue en Tarragona, en una playa bellísima, pero esta vez yo sí jugué con la Naturaleza...no se me olvidará.
un beso guapa.
epa! si , el mar siempre es traicionero por mas calmo que parezca y el rio ni te cuento , es mucho peor!!!
En nuestras costas siempre pasan estas cosas porque la gente es totalmente inconsciente...
En fin , siempre con cautela y lo fundamental tener respeto. Te lo dice alguien que no lo tiene :(
Besos!
Juancho!
A mí el mar me da mucho respeto. Pero lo que dices, quien se iba a pensar que sin olas fuese a ocurrir eso.
Uy.. la vida es algo complicado. Tan dura y frágil a la vez. Qué triste lo que pasó.
Pero yo venía a decirte qe muchas gracias por el premio que me dejaste ♥ suuper tarde, lo sé. Pero es que ando teniendo muchos problemas con la computadora..
En fin, espero que ande todo bien :) cuidate mucho, y gracias otra vez.
Un beso.
Joder vaya aperitivo, a mí se me habría ya quitado las ganas de tapitas.
Un saludo y no trabajes demasiado este finde.
Un abrazo
Durísima experiencia. Me ha dejado muy impresionada. Un beso
Muy bueno tu trabajo continua escribiendo pero nunca dejes de leer
Beso
Calypso: si te dijera que no es la 1ª vez que he visto morir a alguien no me creerías, pero es verdad, hay situaciones que, por desgracia, las tenemos que vivir más de una vez en nuestras vidas y a mí me han tocado esos dos desagradables episodios.
Diego: la impotencia y el el asombro era lo que me recorrían de arriba a abajo aquel día.
Inés (y yo): impactante sin duda.
Mary: siento tu experiencia en Tarragona. Yo de peque a los cuatro o cinco también me fui ahogando en un río. Lo recuerdo muy poco, así que sé que se puede sobrevivir con el trauma.
Juan: a todos los elementos de la madre naturaleza hay que tenerles respeto, aunque nos presenten su cara más amable, hay que ir con cuidado.
ulises: ya ves, siempre ocurre lo que menos te esperas. Menos mal que, a veces, esas sorpresas son agradables.
Priscila: no hay de qué. No te preocupes, más vale tarde si la dicha es buena.
TROY: ya ves, después al regresar a la terraza no pobré bocado. Gracias, descansaré de vez en cuando.
Carmen: tengo tantas duras experiencias a mis espaldas que me podrían dar para escribir un libro.
cuentapasos: jamás dejaré de leer, me gusta hasta incluso más que escribir. Me alegra que te haya gustado el paseo. Te doy la bienvenida a Petardylandia, regresa cuantas veces quieras.
A todos os deseo un buen finde y os envío un besazo para repartir.
Somos tan inflamables. No hay otra cosa por decir.
Pd. gracias por el premio, che.
Creo que es la primera vez que visito tu rincón, esperaba un post alegre, desenfadado y me he encontrado una entrada tragica, triste. Una experiencia que nadie quiere para si, ver morir a alguien.
Se que ese recuerdo perdurara para siempre en tu memoria.
Un besito astragalin.
Siempre existe un intruso en nuestras vidas que acapara nuestra atención, tú querias centrarte en Juan, en Jose y apareció uns madre y un hijo luchando contra el mar...
Duero y triste sin duda presenciar algo semejante.
un beso
Casi todos los años por estas playas de aquí ocurre algún accidente de ese estilo. Siempre me angustia pensar en las familias, en cómo un día divertido de verano se puede transformar en una tragedia. Y me angustia pensarlo.
Abrazos
Xaj: mi abuela solía decir que "dónde está el cuerpo, está la muerte" y luego, con esa cara que sólo saben poner las abuelas, añadía "ten cuidaíto". Procuro hacerle caso, pero entiendo que somos frágiles e inflamables (como bien dices).
Astrágalo: por estos lares hay de todo. Procuro que Petardylandia sea un rincón abierto de historias tristes, alegres, divertidas, absurdas y hasta filosóficas. Al menos, espero que el paseo haya sido de tu agrado.
Camy: en la mayoría de ocasiones, los desconocidos pasan casi inadvertidos y no nos llaman ni la más mínima atención, por eso si alguien que no conoces despierta interés en tí es por un motivo en especial fuera de lo común.
jose: (mar + diversión) - descuido = tragedia. También me angustia que la gente tenga tan poco respeto... Y esas madres que tranquilas dejan que los niños se bañen solos... Uff, mejor no comentarlo, que me voy a cabrear.
Besos para repartir.
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