Say... Cheese!

Voy a ser breve, no voy a soltar ningún discurso aburrido (o eso espero), ni me voy a poner a divagar dónde se encuentra el límite de lo mundano y lo divino. Sólo escribo para haceros un regalo. Quiero ofreceros algo que no tiene precio. Algunas veces pudiera pareceros (a los que me tenéis cerca) que no estoy todo lo contenta que debiera, que los recuerdos del pasado me invaden y me perturban (siempre me repetíis: lo que no te mata te hace más fuerte, quién bien te quiere te hará llorar, por la puerta de la confianza pasa la mala enseñanza, quién anda con lobos a aullar aprende, ...), pero os aseguro que después de ver mi obsequio no os quedará ninguna duda de que la recuperación ha sido completa. Me di cuenta de ello cuando un amigo (al que no veía desde hacía mucho tiempo) me dijo que le alegraba tenerme de regreso, como si mi YO verdadero se hubiera tomado unas vacaciones forzosas en la última ocasión en la que nos vimos (vamos, que esa otra vez me notó ausente, distante) y ahora estuviera de regreso con más fuerza, reivindicando y recuperando el tiempo perdido. No sé explicarlo de otra manera, pero estoy feliz y quiero compartir mi felicidad con vosotros... Por eso, si alguna vez os falta fuerza interior para afrontar vuestro día a día, yo os regalo algo muy preciado para mí, que no me importa que uséis de vez en cuando, si con ello vosotros también podéis sonreir.