Entre lo bueno y lo malo, me quedo en el lado intermedio

Me estoy convirtiendo en una persona muy, muy malvada y cruel. ¿Sabéis de esos demonios y angelitos que viven en nuestros hombros? Pues, a mí el ser rojo con cuernos me trae frita con tanta charla últimamente. El otro, el ente alado y diadema dorada, está mucho más callado, apenas si logro escuchar lo que me cuenta; parece haberse quedado mudo. A veces me da la sensación que se ha ido de vacaciones al Caribe y que no tiene intención de regresar.

Cada vez con más frecuencia, soy una persona menos prudente e hiriente en sus comentarios (con el caso que le había hecho de siempre a los consejos del angelote). En cambio, ahora parece como si el que lo hayan hecho antes conmigo me de licencia para portarme mal con los demás. Se me olvida que los otros también tienen un diablillo que los haga reaccionar para que me puedan hacer daño a mí también de nuevo; pero insistente, yo repito, repito y repito sin cesar lo que el de los cuernos me susurra, casi sin pensármelo.

Los límites del bien y del mal se han mezclado, todo es mal carácter y peores contestaciones, aunque aún tengo algo de sentido común y he buscado una solución momentánea para callar al maligno “colorao”; ahora mismo me voy a comprar esparadrapo en la farmacia más cercana para taparle la boca al de las perversas sugerencias, que yo no soy como él quiere que sea, que a mí no me gusta ser la persona en la que él pretende que me convierta.