Lo difícil es no decepcionarse

Depositar tu fe, esperanza, confianza (da igual como lo llames) en algo o en alguien en los tiempos que corren es una tremenda estupidez; está en juego algo importante, pues la entereza con la que te enfrentas al duro día a día flaquea por momentos con cada decepción recibida. Encontrar un trabajo que te satisfaga al 100% es imposible. Trabar amistad con gente que realmente merezca la pena es una tarea complicada. Disgustarte, de vez en cuando, con alguien de tu entorno familiar es inevitable. Y encontrar a la persona adecuada de la que poder enamorarte es el cometido más engorroso de todos.

Cada vez con más frecuencia me voy a tener que aplicar ese dicho popular del piensa mal y acertarás, ya que pensando bien o siendo buena (y tonta) me dan por "to's laos". ¿Dónde está esa femme fatale que vivía dentro de mí? ¿Cuándo se marchó que no estuve atenta a la despedida? ¿Dónde ha podido ir que sea mejor lugar que morar en mi interior? Quiero que vuelva, que le de malas contestaciones a los idiotas que se las merecen, echo de menos esa fuerza que me transmitía, ese coraje con el que se enfrentaba a la vida y esa determinación y aplomo que mostraba frente a los desengaños que algo o alguien le daban.

Una vez escuché en un peli -llamada por aquí "Como la vida misma" o "Dan in Real Life" por los mundos anglosajones- que la vida está llena de decepciones: a veces son grandes y otras son más grandes, y me parece que yo también estoy empezando a creer lo mismo.