A pesar de no creer en eso del sino, algo me hace detenerme y pensar en lo predispuestos que estamos a unos eventos y lo poco dispuestos que nos encontramos para otros hechos.
Ante una situación cómica, divertida o agradable todo son sonrisas y ganas de llevar a cabo lo que sea; pero si la cosa se pone dramática ¿cuál es el mejor lugar para esconderse? Una avestruz en nuestro caso lo que escondería sería la cabeza bajo tierra, podríamos probar, lo mismo es que funciona de verdad.
Bajo situaciones extremas todos decimos o hacemos cosas de las que luego nos podemos arrepentir, es por ello que la inmensa mayoría opta por no decir nada, hacer caso omiso, tener oídos sordos, mirar para otro lado en lugar de tender la mano cuando es necesario.
Cabe la posibilidad de encontrar un valiente entre la multitud que quiera luchar por sus derechos, ayudar al desprotegido o defender al inocente, aunque eso se da más en las películas, en la vida real nadie tiene ningún empeño por convertirse en William Wallace.
Con unas vidas llenas de estrés, trabajos mal pagados de mil horas, problemas a raudales, facturas que pagar, conflictos vecinales, líos con las parejas y traiciones de los amigos a nadie le quedan ganas de seguir siendo afable y virtuoso.
Contra todo pronóstico uno de cada diez aún alberga una luz de esperanza en su fuero interno, que le permite luchar y plantarle cara a esa pasividad que la sociedad de hoy presenta ante el mal ajeno; la muestra está en los que se vuelcan con las víctimas de una catástrofe o emplean su tiempo libre en voluntariados.
De buenas a primera, 'los malos' se ofenden porque el mundo no gira tal y como les gusta y se rebelan insultando, agrediendo, dañando, machacando o manchando la reputación de los que son buenos por naturaleza.
Desde que se levantan hasta que se acuestan las malas artes de las malas almas con malos corazones maquinan planes para hacerles la vida imposible al resto. El objetivo es hacer inviable la existencia de todo aquel que no les baile las aguas.
Durante un tiempo todo, absolutamente todo, puede ser soportable: vejaciones, amenazas, golpes... Las personas parecen aprender a base de palos, se convierten en mulos a los que azotan para que lleven la carga a lo más alto de una montaña y si ruedan colina abajo, llegando llenos de cortes, magulladuras y heridas prefieren callar y evitar.
En algunas culturas (y no voy a mencionar ninguna para no ofender a nadie) está bien visto un chachetito, un zarandeo o tirón de pelos de vez en cuando, porque si no se lo hacen significa que no les quieren. Pero, ¿es que no hemos vuelto locos? ¿No son más convincentes las caricias, los besos y los abrazos para demostrar el amor?
Entre los grupos de buenos y de malos se vive una batalla diaria. No hay bandos intermedios, o estás en uno o en el otro. Tampoco sirve que un día lleves un uniforme y al día siguiente quieras luchar junto al adversario. Se es de una condición o de otra, y yo elijo el color de los honrados, la bandera de los sinceros, los ideales de los bondadosos y el himno de los indulgentes; los grupos que forman la hermandad de los humanitarios.
Excepto por el tiempo en el que parecemos ser conscientes de la tiranía de Gadafi, el tsunami en Japón, la crisis financiera, la amenaza nuclear, el calentamiento global, el hambre, los incendios forestales, la prostitución infantil, los malos tratos, el mobbing en el trabajo,... Parecemos marionetas a merced de lo que una mente calculadora dictamine y ya es hora del ¡BASTA YA!
Hacia un mundo peor es a lo que nos encaminamos día tras día. Vamos hacia atrás como los cangrejos en las playas. En este siglo XXI, tiempo de "progreso" y tecnología no se vive de manera aceptable si no eres hombre-norteamericano-blanco-rico-protestante y poderoso.
Hasta que alguien no pone remedio, los insultos, los abusos, los atropellos y las maldades pueden continuar de por vida, dañando no sólo el físico sino también el interior; se padece de los nervios, te dan bajadas o subidas de tensión, cambia el nivel de azúcar en la sangre y, lo que es peor, se te puede parar el corazón. ¿Es necesario pasar por ésto si es posible ponerle remedio?
Mediante una simple llamada de auxilio lo mismo no te escuchan, quizás sean necesarias mil más, pero yo prefiero pecar de pesada con una llamada que pecar de imprudente por no denunciar todo lo que es una barbarie, una injusticia o una inmoralidad; la cobardía que se la quede el león del cuento.
Para dejar de tener miedo hay que sacar fuerzas, hay que plantarle cara al que te coacciona, al que te obliga, al que es violento, al que te amenaza, al que te chantajea, al que te envenena, al que te suprime y te anula; nadie tiene que ser más que nadie y mucho menos por la fuerza.
Por mucho que yo reclame, sola no puedo cambiar el mundo, en cambio, si a mi voz de protesta se le suman todas aquellas que ven la realidad tal y como la veo conseguiríamos convertirnos en un amplificador capaz de ser oído a miles kilómetros de distancia y ni los abusos, la sinrazón, ni las tropelías podrían llevarse a cabo ni en la luna.
Salvo que se nos escuche y se nos comprenda, la situación que ahora nos envuelve no va a mejorar nunca. Mientras que un jefe pueda hacernos trabajar quince horas y nos pague cinco; mientras que si un ladrón que nos de un tirón del bolso después de intimidarnos sólo siga siendo una falta; mientras que las víctimas de la violencia de género sigan siendo noticia de última hora en los diarios; mientras que Oriente no sea entendido por Occidente; mientras que Oriente tampoco entienda a Occidente; mientras que las reglas sólo estén para saltárselas y no para respetarlas este mundo singular seguirá destinado a ser un lugar inhabitable.
Según lo veo yo, la solución no es fácil ni tampoco el remedio se podrá conseguir de la noche a la mañana, pero el primer paso es concienciarse y el segundo actuar. Somos muchos los millones de habitantes en el planeta y no será sencillo que lleguemos a un concenso, aunque estoy convencida que todo queremos lo mismo: la felicidad y sería justo que todos la consiguiéramos sin humillar, pisotear o denigrar al prójimo.
'Sin motivos no se está predispuesto a hacer daño', dirán algunos, sin embargo, yo garantizo que hay gente que odia, desprecia, malmete y arremete sin fundamento. Ahora mi pregunta es, ¿existen razones de peso para hacer daño? ¿No es más aconsejable solucionarlo todo a través del diálogo? ¿Es que todo ha dejado de tener solución como la muerte?
So payaso, malnacido, chabacano, falaz y vil todo aquel que tenga maldad en la sangre y quina en el corazón. Nunca dejará de sorprenderme la gente ruín y canalla, y por consiguiente, jamás me podré explicar por qué los dejamos hacer, por qué les permitimos estos desafueros, por qué no se le pone remedio a lo que día a día vemos, oímos o vivimos.
Sobre malhechores, delincuentes, intimidadores, agresores y criminales no pienso seguir hablando, pues en vano hablo si no se me escucha. Queda constancia de lo que pienso, de cuál creo que puede ser la solución y me reitero al constatar que sola no puedo luchar contra ellos.
Tras haber leído este largo desahogo espero que si no vas a ayudarme a enfrentarme a 'los malos', al menos, haya conseguido hacerte pensar en lo predispuesto que estás a actuar y cambiar.