viernes, 15 de julio de 2016

Así pintan los hechos

Mirad a un lado, ahora hacia el otro, ¿qué es lo que podéis ver? Desde un segundo o tercer plano, yo me siento a mirar, ¿qué es lo veo? A mi vista llegan las miserias cercanas, propias y ajenas, de mi ciudad, de mi barrio con vecinos desempleados, matrimonios fracasados, abuelos que viven solos o los que tienen que alimentar a familias numerosas con pensiones miserables. Un día a día que no contenta a nadie; bueno, a algunos no les pesa tanto la carga de sobrevivir, porque han conseguido triunfar y se congratulan con lo tienen, conseguido o sustraído, nadie se para a pensar en ello.



Si alejo el foco de mi visión veo un país que tampoco presenta una mejora. Engañados por una clase política que es incapaz de formar gobierno estable. Corruptos que tienen vía libre para seguir corropiéndose; banqueros garrapateros que se alimentan empobreciendo al pobre y enriqueciendo al rico; médicos, maestros y profesores que no pueden hacer bien sus trabajos por culpa de los recortes presupuestarios en Sanidad y Educación; generaciones de jóvenes que, casi al completo, vacían sus hogares y llenan maletas para probar suerte en el extranjero; niños empujados al umbral de la pobreza que tienen que recibir becas de comedor para poder engañar a sus pequeños estómagos, no sólo durante el curso escolar sino también en las vacaciones de verano; una sociedad a la que preocupó más la salida de su selección de la pasada Eurocopa que el indecente resultado de la segunda ronda de elecciones generales; gente inmoral que se escandaliza por los comentarios en la red (algunos de mal gusto, la verdad) después de la desafortunada tarde en los ruedos que acabó en esta ocasión con la muerte del hombre _el que vivía para matar por placer_ y no con la del animal _el que mató para vivir_.

Me toca echar un vistazo al mundo: éste si que pinta mal de verdad. Por todos lados conflictos bélicos, de los que podría nombrar muchos y ejemplificaré con el sirio. ¿Por qué? Pues porque no entiendo que en las guerras paguen los inocentes, bombardeen hospitales, maten a civiles... Imponer la fuerza a la razón, no será jamás el camino del entendimiento. Una crisis financiera, que comenzó en Europa y que como tela de araña se ha extendido por todo el planeta. El cambio climático es un hecho, nos estamos quedando sin costas debido a las masas de hielo derretidas en lugares como Groenlandia que están subiendo el nivel del mar. Hay especies de animales y plantas que hemos logrado extinguir o memar hasta el extremo. Los grupos terroristas islámicos, que imponen la crueldad de la violencia y siembran el temor, el terror y el miedo [justo ahora estoy viendo el atentado de Niza en las noticias], forzando a la población mundial a ser desconfiada y a rechazar esta cultura y su religión que nada tienen que ver con esos dementes. Refugiados que no son aceptados, a los que se les cierran fronteras o inmigrates que no conviene legalizar porque alguien tiene que mover el dinero negro de la economía sumergida de cada país. No teníamos suficiente con la contaminación del aire y el mar, que ahora también contaminamos la tierra y los alimentos o simplemente los manipulamos genéticamente. La pobreza, escasez de recursos, catástrofes naturales, abusos de poder, ¡ah! y que no se me olvide la globalización en donde las grandes potencias imponen sus prioridades y las naciones menos pudientes acatan las órdenes.

El panorama, como veis, no es muy alentador, y eso que es seguro que algo se me ha escapado. No tengo vista de lince, mucho menos con los ojos llenos de lágrimas. Voy a intentar ser optimista y voy a cambiar los sollozos por ganas de cambio, me niego a creer que no pueda existir ningún rincón en este planeta en el que no sea posible poner en práctica valores como la honestidad, la solidaridad, la unión o la verdad. Quizás, deberíamos todos hacer un ejercicio de conciencia, cerrar los ojos, para aque a oscuras estemos obligados a pensar en lo que nos rodea. 



martes, 5 de abril de 2016

Lo que nos diferencia nos une, nos acerca, nos vincula más si cabe



Después de desorientarme, perderme y rendirme, te encontré a ti. No tenía interés en nadie más, pero me interesaste; no pretendía volver a querer, pero te quiero; no me importaba haberle cerrado la puerta a las emociones, pero aquí me tienes: más emocionada, motivada e ilusionada de lo que nunca antes lo había estado. Tú, ese que todos dicen que es idéntico a mí, me fascina por las diferencias que nos mantienen unidos.

Eres de los que vive en horas nocturnas, aunque yo opto por vivir la resplandenciente luz de cada mañana.

Duermes una media de 4 horas y estás listo para enfrentarte al hostil mundo, y si yo no duermo mis 8 horas todo lo que se interpone en mi camino me parece adverso y me siento en tierra de nadie vagando hasta que llega la hora de poder recuperar el sueño perdido.

Prefieres el chocolate en onzas, a mí me gusta más el cacao diluído en una leche calentita, que por cierto, tú te tomas fría.

Ves la belleza palpable de las voluptuasidades y redondeces que provocan el deleite de tu vista masculina, en mi caso, me siento más atraída por ese atractivo propio, particular e íntimo que cada uno guarda en su interior.

El deporte y el esfuerzo físico te hacen liberarte y sentirte ligero, en mi vida lo único que corre es el estrés diario que me provoca mi trabajo.

Defiendes tus ideales y sostienes tus argumentos en favor de lo que crees, nunca te cansas de hacer ver tu punto de vista y haces mil y una preguntas al respecto para aclarar asuntos que no te convencen, por otro lado, mírame a mí, ni dioses ni hombres me demuestran nada y me da igual si existen o son quimeras heredadas, y aunque no dejo de decir lo que pienso, no me compensan las batallas dialécticas.

Los baños en el mar te encantan, en cambio, yo puedo pasarme horas en una playa sin acercarme a la orilla, lo siento, es culpa de la temperatura del agua.

Cenas a cuerpo de rey, cantidades que para mí son impensables, pues los gorrioncitos tienen refrigerios nocturnos más copiosos que los que yo tomo.

Y que no se me olvide que eres de lo más caluroso que existe, pues no conoces el frío, mi total enemigo, hasta en veraniegos meses de agosto.

No obstante, ten por seguro, que habrá muchas más disconformidades y desavencias de aquí en adelante, sin embargo, no te apenes, les sacaremos tanto partido como a las actuales y lograremos que nos fusionen tanto que logren convertirnos en un tándem perfecto.





domingo, 23 de agosto de 2015

3.com

Probablemente, sin lugar a dudas, es muy posible que yo no sea la persona correcta que tenga que daros un consejo, pero permitidme, que sólo por un momento me vea con la libertad de contar un secreto: el secreto de una vida plena, calmada y feliz.

* Hay que buscar metas, sencillas o no, absurdas, inimaginables, casi imposibles y averiguar el lugar donde duermen las ganas para despertarlas y alcanzarlas. Reinventarse cada día, mejorar el método error/acierto, superarse con cada adversidad. La verdad sea dicha, no existen los caminos de rosas, pero es factible encontrar una ciudad Esmeralda al final de cada sendero de balsosas amarillas. Eso es a lo que yo llamo COMUNICACIÓN entre el ser que eres y el que consigues ser.

* Paz interior y exterior, conciencia limpia y corazón puro. Premisas de la más completa y absoluta placidez. No hay existencia sosegada que pueda ser alcanzada por el estrés, las ansiedades o los problemas si tienes COMPENETRACIÓN entre sentimientos, pensamientos y hechos. Conseguir ser coherente y fiel a uno/a mismo garantiza toda probabilidad de bienestar y un éxito asegurado.

* Estar contento/a es viable. Lo más importante es buscar tu propio bienestar, porque no se encuentra la felicidad a través de los demás, aunque sí con ellos, no lo olvides. Encontrar a alguien que te escuche, te  apoye y te quiera no es tarea fácil, sin embargo, no es ninguna quimera. Y ésto no es otra cosa que la COMPRENSIÓN; comprender y que te comprendan cierra el círculo de las 3 "com-". 

Ahora hazme caso o no; yo que tú intentaría ubicarme, sacar el jugo, ignoraría los contratiempos y rebatiría las adversidades para hallar con precisión las puertas de la gran ciudad verde amurallada.



jueves, 6 de agosto de 2015

En mi otra vida...



      Otros mundos, millones de estrellas, un universo infinito. ¿Le garantizan a una atea el privilegio de una siguiente vida? No lo sé, cuando me vaya, si puedo volver lo contaré. De momento, me conformaré con imaginar que podría o no hacer en esa supuesta existencia:

- Me gustaría poder leer música. Admiro a todo aquel/lla que tiene el don de creearla y reproducirla. En esta vida me ha tocado deleitarme cuando la escucho y cantarla sólo en la ducha.

- En este mundo en el que me ha tocado vivir los trabajos dan asco. ¿¡Qué el trabajo dignifica!? Pues, a mi generación le ha costado conseguir todo lo que tiene; así que para la siguiente reencarnación quisiera tener un curro que recompense mejor el esfuerzo y el empeño que en él pongo.

- Justicia y ser más justa, darle a cada uno/a lo que se merece. Soy demasiado buena, tanto que peco de tonta y me fío de cualquiera; claro, después nadie me libra de decepciones, pues... Señora prudencia, váyase usted a tomar viento fresco.

- Fama, dinero o reconocimiento, nada de eso me haría falta, pues mi libertad y mi anomimato no tienen precio ni en esta vida ni en mil más.

- Español como lengua materna, inglés y francés aprendidos, italiano y alemán entendidos (así, así). Para un planeta tan variado me parecen pocas lenguas, debería cultivarme más si tuviera la oportunidad e intentar dominar otras lenguas europeas, dialectos africanos y hasta señales aborígenes y así comunicarme con cada habitante en cada rincón.

- Imprescindible tener amor en el más allá, la misma clase de amor que he conseguido encontrar en mi existencia actual. Una persona que te comprenda, te complete y te respete es el mejor regalo de la galaxia. En ese sentido, soy de las más afortunadas de esta constelación.

     ¿Sabéis qué? No merece la pena pensar en lo que podría ser. Mejor intentar hacerlo ahora, en la vida que conocemos. Dejemos los sueños para Calderón, y hagamos nuestros deseos realidad.

Se os quiere, siempre.

jueves, 30 de abril de 2015

Ya nadie me escucha

Darse cuenta de ciertas cosas, en ocasiones, resulta complicado, sin embargo, hay otros momentos en los que esos pequeños detalles, insignificantes quizás, se hacen obvios. 

Cuando comencé la caminata por Petardylandia nunca pensé que años después aún tendría ganas (muchas) y tiempo (algo menos) para seguir escribiendo lo que pensaba, lo que sentía o lo que imaginaba. Ahora, pasado ese tiempo, aquí sigo, no me he cansado de deambular por senderos literarios, pero he de decir que estoy un poco decepcionada. No me despido hoy de vosotros, entre otras cosas porque no me gusta nada decir adiós; lo que quiero es compartir mi reflexión... Aunque me consta que serán ya muy pocos la que la van a leer. Y es que con ésto guarda relación lo que quiero decir. 

Hablas de muchas cosas con la gente, conocida o no. Siempre intentas dar la mejor versión de ti mismo, para causar buena impresión, hacerte el gracioso/a o para sentirte a gusto en un círculo. Cuando las conversaciones se vuelven monótonas, sin sentido y/o aburridas pierdes interlocutores. Traslado esta afirmación al mundo blog. En aquellas primeras entradas tuve que resultar entretenida y divertida, pero algo ha pasado porque los comentarios han desaparecido, el contador de lecturas ha bajado progresivamente y el número de seguidores no varía desde hace ya la tira... Os entiendo. Yo tampoco tengo tiempo material para dedicaros el tiempo que dedicaba antes a leeros y comentaros. A eso hay que sumarle que las redes sociales nos han llevado a realcionarnos y comunicarnos de manera diferente, casi más directa y personal que lo que se pueda llegar a quedar plasmado en un post.



Ains, me gustaría buscar una solución o intentar encontrar una manera de animarme y animaros a seguir paseando... Tengo la sensación de que ya nadie me escucha y que no puedo hacer nada por evirtalo. Resignación, ¿no? Otra no me queda. Cuando queráis seréis bienvenidos en este mundo virtual de las reflexiones, los pensamientos, las opiniones, los deseos (confesables o no) y los anhelos de una persona que, sobre todo, siempre ha intentado que el rato por Petardylandia fuese un paseo que mereciera la pena y que os aportara algo a cada una de vuestras propias vivencias.







miércoles, 25 de marzo de 2015

Un cachito de cielo


Después de tantas semanas tenía unas ganas tremendas de volver a escribir. Se me ocurrieron mil entradas posibles, en lugares y momentos en los que no podía anotar nada. Debí haberlas garabateado por algún sitio, porque ahora nos las recuerdo. 

Mi vida se ha convertido en un constante ir y no parar, de casa a los trabajos (sí, soy una española con doble jornada, misterio para Cuarto Milenio) y desde allí hasta casa. Así, tooooooooodo el rato. En este tiempo, mi familia y mis buenas amistades han sido todo mi mundo y mi apoyo más incondicional en los momentos "chofff". Hace meses que he tenido que aprender a vivir con ausencias y ese mismo tiempo es el que ha pasado sin hacer nada ni por ni para mí. Me he limitado a seguir adelante sin motivaciones, sólo levantándome en días rutinarios y acostándome sin las más mínimas aspiraciones.

El fin de semana pasado supe de realidades a las que era ajena. Me tuvieron todo el tiempo sumida en pensamientos: unos buenos, otros malos y los que más... Aterradores. Mi vida, mi tranquila vida, patas arriba. No, definitivamente no estaba preparada. Por suerte, una personita a la que quiero mucho, experta en situaciones difíciles, me ha quitado ese vendaje de conformismo. Se sentó conmigo y me dijo que ya ha llegado el momento en el que me toca volver a intentar ser feliz. Voy a hacerle caso; me voy a atrever a tocar ese pedacito de cielo que se abre ante mí. Un cachito inesperado, pero al mismo tiempo reconfortante. Un cachito que apunta maneras de ir creciendo y creciendo para que convertirse en todo un universo de buenos momentos, inolvidables vivencias y, sobre todo, de sonrisas cada día. ¿Por qué mirar para otro lado si hoy amaneció despejado? Amigos, me quedo contemplando esas nubes... Pero dejaré a mano el paraguas por si se avecinase algún que otro chubasco. Ya me conocéis, previsora al máximo.



En Petardylandia se os quiere. No dejéis nunca de seguir adelante en el camino.

domingo, 28 de diciembre de 2014

El último domingo del año.



Este es el último fin de semana de este 2014 y hoy no me apetece hacer el tradicional balance de lo bueno o lo malo que tuvo lugar en estos meses; lo que voy a hacer es un esfuerzo por recordar últimos momentos especiales que me ocurrieron y que cuando transcurrieron ni siquiera sabía que estaban siendo los últimos.



En este último domingo del año, recuerdo...

... la última vez que lloré de felicidad.
... el último día que alguien me alegró la tarde.
... la última ocasión en la que estrené una amistad.
... el último año que comencé soplando velas.
... la última noche que en la cama me sobraron las mantas.
... el último verano en el que me senté en la orilla a esperar el atardecer.

Y también me vienen a la memoria...

... el último chocolate caliente.
... la última carcajada.
... el último abrazo.
... la última confidencia.
... el último beso.
... la última foto familiar.
... el último paseo con mis mascotas.
... la última esperanza.
... el último almuerzo entre amigos.
... la última sonrisa.
... el último sueño... Por ahora...


¡¡¡Nos "vemos" en el 2015!!!


sábado, 6 de diciembre de 2014

Fuera de servicio



Crea tu insignia free counters



A nadie tiene que sorprenderle que en algún momento todo el mundo explote y diga _ ¡Hasta aquí!_. Yo exploté la semana pasada. Enfermé de bronquitis y tuve que quedarme en la casa muchas, muchísimas horas inútiles en las que me dio tiempo de pensar, aburrirme, dormir, desesperarme, sudar la fiebre, pero sobre todo tuve tiempo para comprobar lo poco que le importo a ciertas personas. 

Llegó un momento en el que dejé de darle forma al sofá y él comenzó a moldearme a mí; entonces para distraerme del malestar, olvidarme de la molesta tos y entretenerme en esas horas de males involuntarios llamé a gente que de una forma u otra siempre tengo presente en mi vida. Lo sorprendente fue la reacción de la mayoría... No descolgaron sus teléfonos (y a gran parte de ellos los llamé más de una vez). Para mi propia sorpresa, no me molesté, casi me lo esperaba. Sabía que tenía que tenía aprecio por personas que pertenecieron a otras etapas de mi vida, y que aunque yo me empeñe en mantener cerca, no están interesados, tienen sus propios asuntos, han tomado rutas distintas, caminos que avanzan en direcciones contrarias, por lo que mi persona, obviamente, es irrelevante para esos falsos amigos. 

Es una lástima, pero es así, aunque me cueste reconocerlo soy para ellos como esas máquinas de aeropuertos, salas de espera de hospitales o entradas de centros comerciales, repletas de deliciosos snacks (en mi caso: consejos, vivencias, risas, abrazos) y nadie está interesado en probar suerte con la moneda y su destreza para ver que bolsa cae víctima de la inercia, porque están demasiado ocupados y cegados por sus metas. 

A partir de ahora me "cuelgo" el cartel de FUERA DE SERVICIO, y el/la que quiera saber de mí que se moleste en llamar.  



miércoles, 29 de octubre de 2014

No quería despedirme

Decisiones muchas, muchísimas las que he tomado, pero la de despedirme de ella fue de las más difíciles de toda mi vida. No corrijo, la más difícil que he tenido que tomar hasta la fecha presente. Era una viejita achacosa, pero la enfermedad se presentó sin previo aviso y yo, inmersa en mi cabezonería, la mantuve medicada más de dos meses. No me importaba el dinero, ni las visitas continuadas a la clínica, ni el desgaste físico y mental que suponía para mí. Yo no quería despedirme. Fue mi egoísmo el que la mantenía con vida. A pesar de las noches sin dormir, de los estrictos horarios, del cansancio que comenzaba a hacer mella en ambas, yo no quería despedirme. Noté como empeoraba por día que pasaba, y sin mirar para otro lado, me empeñaba en negar las evidencias porque yo no quería despedirme. A cada momento la vigilaba, me acercaba para notar su respiración, me tumbaba junto a ella para tranquilizarla, le daba de comer en mis manos porque no quería despedirme. Habían sido 14 años juntas desde que la rescaté y no estaba preparada para decirle adiós. Muchos no me entendían, aún siguen sin entenderme; no me hacen responsable, pero sí que piensan que todo podría haber sido más fácil si yo hubiese tomado la decisión de despedirme semanas antes. Fue duro, muy duro. Esa tarde tuvo más de tres ataques continuados, la señal para decidirme. Llegó la hora. Estuve con ella hasta el último latido. Mientras abandonaba la vida le pedía perdón. Han pasado casi dos meses y en la casa todos notamos su ausencia: mamá por mínimos detalles la llora a menudo, Lola duerme en su cama y Peke huele constantemente sus juguetes. Aquí siguen su correa, su comedero, su familia y su recuerdo. 

Mi Luna se fue... Y yo no quería despedirme.



jueves, 4 de septiembre de 2014

La falcata de la familia

Mi madre me dijo que la noche que llegué al mundo se asustó y que nunca consiguió deshacerse de ese miedo. El cielo tenía un extraño color rojizo, augurio del carácter vivo y curioso que me ha acompañado hasta mi décimo tercer cumpleaños y mal presagio de lo que ha ocurrido. 

Nací en una tierra dominada por hombres fuertes y valientes para su propio pueblo; violentos y belicosos para las otras tribus que nos rodean. Hija de Héctor y Helena, mis padres eligieron para mí el nombre de Hisalina. Desde muy pequeña no jugué con las niñas de la aldea ni me interesé por las tareas propias de una mujer: yo quería ir a las guerras, defender a mi pueblo igual de bien que lo hacían mi abuelo, mis tíos, mi propio padre y hasta mis primos. Con ojos llorosos mi madre me explicaba que me convertía en la vergüenza de la familia cuando una chiquilla dotada de tanta belleza la desperdiciaba fantaseando y no haciéndole caso al cortejo de Darío, muchacho con el que estaba destinada a casarme y a darle hijos a nuestra etnia. Yo le contestaba que ese era su anhelo, no el mío.

De la lejana Britania nos llegaban historias de la audaz Boadicea, reina de los iceos, y en mi mundo onírico yo, simplemente, quería ser como ella. Los varones de mi familia admiraban sus aventuras durante los almuerzos y mientras les servía la comida deseaba que continuaran relatando las hazanas de una hembra tan admirable.

Llegó el día del cumpleaños de mi primo Paulo, que vino al mundo la misma estación del mismo año en los que llegué yo. El aniversario número 13 es muy especial para nosotros los íberos. Te conviertes en un miembro más de los defensores de la ciudad y en posible candidato para heredar la falcata familiar si todos los hombres mayores que tú fallecen en el campo de batalla. Estuve muy enfadada por no tener ni los mismos honores ni los mismos derechos que él, por la tarde me fui sola al bosque y me perdí la celebración que tuvo lugar después del ocaso, junto a la hoguera, buen vino y música de fiesta.

Era aún noche cerrada cuando permanecía en el bosque enfadada y ya no por la atención prestada a Paulo, sino por la poca que me prestaron a mí. Nadie se molestó en venir a buscarme. La oscuridad de la noche fue mi aliada. Dimas, guerrero admirado de la tribu, y mi tío Mario se adentraron ruidosamente en la parte frondosa donde yo me hallaba. En un principio pensé que estaban ebrios, pero luego me di cuenta que sólo lo fingían. Cuando se pensaron que estaban solos, se dedicaron mimos, caricias y besos que, según nuestra cultura, no son apropiados entre dos hombres. Curiosa me acerqué. Hasta el momento sólo había visto a mis padres adoptando esa actitud y esas posturas, pero ¡ay!, las hojas secas del otoño delataron mi escondite. Me obligaron a salir y se enfadaron mucho conmigo. Mi tío le dijo a Dimas que no me sujetara tan fuerte, que sólo era una mujer indefensa, pero Dimas no le escuchaba y cada vez me hacía más daño. El tío Mario veía mis gestos de dolor y le pidió que me soltara, aseguró que yo les guardaría el secreto y que nadie se enteraría de lo que había pasado. Comenzaron a discutir, y yo conseguí soltarme de las fuertes manos del loco de Dimas. Mi tío me pidió que corriese hasta casa. Dimas comenzó a correr tras de mí, amenazando con cortarme el cuello.

En el poblado todos continuaban bailando y bebiendo alrededor del fuego. Nadie me vio entrar corriendo en la choza de mi abuelo, bueno, Dimas si me vió. El también se metió en ella. Jadeante, sin abandonar el tono amenazador, me dijo que sería mejor que me acercase o me mataría. Mario entró dos minutos después y yo aproveché el despiste de Dimas con la entrada de mi tío para desenfundar la falcata del abuelo. En mis delicadas manos pesaba como tres caballos, pero yo intenté sostenerla sin mostrar nada  de esfuerzo en mi rostro. Dimas comenzó a reírse y a decirme que me iba a matar de todos modos porque ni su esposa ni el resto de su familia podían enterarse de lo que yo había visto en el bosque. Mi tío intentó razonar con él, pero Dimas no atendía a razones. En ese momento se lanzó hacia mí con los ojos más ensangrentados que los de un lobo rabioso. Con todas mis fuerzas hundí la falcata en su pecho. Se hizo el silencio. Mi tío me quitó el arma de las manos, me secó las lágrimas, me dijo que él se haría cargo de todo y me pidió que me uniera a la celebración. 

De eso hace dos horas, le espero junto a la hoguera. Todos bailan, todos ríen y todos están ajenos a la sangre derramada en la morada de mi abuelo.

Ahí viene el tío Mario. Trae el cuerpo inerte de Dimas cargado a la espalda. Se me acerca y lo tira al suelo. Todos se han girado. La música ha cesado. Les está contando que Dimas ha traicionado al pueblo haciendo tratos con los romanos y que cuando fue al bosque ha descargar el excedente de vino lo vió entregarle a uno de esos romanos, a cambio de un puñado de oro, un objeto valioso de la familia: la falacata que ahora es de su padre, que antes lo fue del padre de éste y que algún día lo será de su hermano Héctor. Les dice que no tuvo más remedio que intervenir en el trueque y que los mató a los dos. El romano y su bolsa yacen en el fondo del río y al traidor lo tienen delante. El abuelo ha dado un paso al frente, le ha abrazado y ha alzado el brazo del tío Mario como gesto victorioso. Todos aplauden y vitorean al héroe.

Hace escasos segundos, el tío Mario se me ha acercado y me ha dicho: _"Aunque digna de hombres, la falcata, nuestra falcata hoy ha sido empuñada por unas manos pequeñas de mujer pero guiada por un corazón valiente de guerrera. Guarda nuestro secreto, dulce Hisalina, pero no olvides quién eres ni lo que quieres, porque es posible que mañana necesitemos tu determinación y valía para vencer a ese pueblo tan ambicioso que viene del Mediterráneo".


Vertiendo la sangre de mi propia gente me he convertido en digna heredera del mayor tesoro entre los nuestros, de nuestra seña de identidad, de nuestra letal arma. No mataré nunca a nadie más. Ya no quiero ser guerrera, mañana aceptaré la petición de Darío y uniremos nuestros linajes hasta que los dioses nos lo permitan.

martes, 12 de agosto de 2014

Un nuevo vuelo




Tanto cambio doloroso me volvió silenciosa.
Enraizada, con la fuerza de un imán al suelo.

Miraba a mi alrededor, nada me motivaba.
Ausencias, tristezas, incomprensión.

Ayer vi a la diminuta y bella mariposa.
Quise, como ella, remontar el vuelo.

Me animé y pensé _¡Ésto por fin se acaba!
Me liberé, no sin ciertos instantes de tensión.

De nuevo, hoy la vida me parece preciosa.
Ya puedo decir que se acabó mi duelo.

¿Queréis volar conmigo?
Estáis todos invitados: amigos y enemigos.



martes, 13 de mayo de 2014

La inutilidad del sufrimiento


Que nosotros/as sepamos vida sólo hay una y la cuestión entonces es: ¿por qué complicarnos la existencia?

Lo que queda claro es que lo único que no podemosolucionar son las enfermedades o la muerte, pero y al resto de complicaciones ¿por qué no le ponemos remedios? Tengo una firme impresión, a los habitantes de este lugar llamado mundo les gusta sufrir, viven encantados con la idea de ser infelices, cuando la gran mayoría tiene la suerte de ser auténticos privilegiados. Ealgo en lo que me había fijado hace mucho tiempo, pero no fue hasta la semana pasada en clase durante un debate, el momento en el que decidí convertir lo que pienso en una entrada para el blog.

Hablamos de supersticiones (gatos negros)amuletos (rabos/patas de conejos) y ritos (pedir un deseo al ver un a estrella fugaz). Entre todas señalamos las diferencias y los parecidos entre nuestra cultura y la anglosajona, y de ahí se derivó al tema de tener buena o mala suerte. Me sorprendió que la mayoría dijera que tenía muy mala suerte; primero por la edad [¡tan jóvenes les queda tanto que ver y vivir!] y segundo por las ideas y los problemas "derivados" de lo que llaman mala suerte. Yo les di mi visión: mala suerte es no tener qué comer, carecer de un techo en el que cobijarse o no disponer de los medios necesarios para operarse de la enfermad X en el extranjero o incluso dentro de nuestras fronteras. Me llamaron optimista, persona feliz y positiva, lo que no me sorprendió, ya que procuro regalar sonrisas siempre que sea posible y se mostraron encantadas con mi "convincente" argumento, sin embargo, no vi muy convencida a R. y a ella es la que quiero dedicar este escrito. El pasarlo mal por la separación de tus padres, llorar por exámenes suspendidos, añorar a esos novioque te dejaron por el camino, echar de menos recuerdos pasados y todo lo que implique sufrir es inútil, no merece la pena. Poco es el tiempo en el que nos movemos por este absurdo planeta, pero os aseguro (y garantizo) que con positivismo y optimismo va merecer la penandar por aquí.