domingo, 22 de julio de 2012

Microrrelatos XIV

· Teníamos un plan ·

Saliste aquella mañana, con mucha prisa, sin decir dónde ibas esta vez o cuándo regresarías. Me extrañó que no me dijeras nada sobre tu salida la noche anterior, y mucho más que no te molestaras en dejarme un nota en la bandeja de las llaves de la entrada. Nos lo contábamos todo, pero tú te fuiste sin decir nada.

Mi día transcurrió con normalidad. Fui al trabajo, visité a mi abuelo en la residencia, hice la compra del mes, me pasé por el bar de nuestro amigo Julio para saludarle y le hice los coros al Boss en el coche. Había tráfico denso en la autopista que lleva a casa. Un par de tramos más adelante comprobé que el origen del atasco era un accidente. El vehículo del siniestro era tan parecido al tuyo, pero claro, tú no podías ser, habías salido de viaje.

Llegué al apartamento con casi dos horas y media de retraso. Me quité los zapatos y me fui directa al contestador, tenía más de una veintena de llamadas. Al menos, la mitad eran de tu madre, el resto de la policía. ¿Para qué llamaron ellos con tanta insistencia?

Eráis tú y tu coche los implicados en el accidente. La policía no consiguió mi número de móvil y tu madre tampoco lo tenía en su agenda, después de seis años juntos nunca antes le había hecho falta llamarme. Unos y otra se habían pasado toda la tarde intentando localizarme para darme la noticia. Tú y tu amiga, una que yo no tenía el gusto de conocer, estábais de regreso de vuestra escapadita cuando un camión se saltó la mediana y os arrolló. Ella murió en el acto y tú agonizaste unas horas. En tu delirio, a alguno de los paramédicos le pediste que llamara a tu mujer, que no te habías despedido de ella por la mañana.

Me casé contigo, aún en contra de mis principios, ya que a ojos de tu madre la convivencia sin pasar por la iglesia no sería de su agrado. Terminé casándome porque teníamos el plan de compartir momentos, vivencias, viajes, hijos y experiencias que siempre superaron mi miedo al altar. Lo hice porque te quería, aunque tú, mi marido, no tenías los mismos planes ni los mismos sentimientos.


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sábado, 7 de julio de 2012

¡¡¡Me encantan los finales felices!!!


Buscaba material para mis clases y en una página web, que no era de recursos didácticos, me encontré con este cuento. ¡Me encantó! Felicito a su autora _ Teresa Giménez _ y de paso, pido su permiso para compartir con vosotros su escrito:


Los príncipes azules destiñen


Esperaba a mi príncipe azul pero nunca llegaba.


-Los príncipes azules no existen- Decían unos.

-Los príncipes azules destiñen- Decían otros.

-El que tenga que ser para ti, tuyo será- Decía mi madre.

Mientras, las películas y los cuentos estaban repletos de príncipes maravillosos.

Y yo continuaba esperando...

Y aparecían príncipes y más príncipes...

Pero ninguno era azul y ninguno me daba la felicidad.

Así que un buen día dejé de esperar. -No necesito un príncipe- me dije.

Y entonces ocurrió algo mágico. Mi corazón comenzó a llenarse y a expandirse, ¡parecía tener alas! Y de repente me dí cuenta de que todo este tiempo el amor había estado dentro de mí... Y yo no lo había visto porque estaba "esperando".



En aquel preciso instante me enamoré de mí misma.



¡Y luego apareciste tú!



Y tú no eras azul, ni perfecto, ni eras verde, ni amarillo, ni rojo... ¡Eras de todos los colores! ¡Eras maravillosamente imperfecto! ¡Eras de carne y hueso!



Y no me dabas la felicidad, sino que multiplicabas la que yo sentía. Y eras tierno, y dulce y me llamabas princesa. Y yo me sentía la princesa más afortunada del mundo, de la tierra y del universo porque, finalmente ¡había encontrado a mi príncipe!