viernes, 21 de enero de 2011

¿Crees en el destino?

Algunos dicen que nacemos bajo un sino que dicta cada paso de nuestro camino. Otros creen que las casualidades forman parte de alegrías y fatalidades. Y el resto piensa que es mejor dar pasos cortos, guardar distancias y ser cautelosos. ¿A quién debo hacer caso para encontrarme con el chico que me tenga preparado el destino?

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[La pintura es un óleo sobre lienzo, que recibe el mismo nombre que la canción de Michael Bublé, del pintor dublinés Frank O'Dea]

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Haven't Met You Yet


I'm not surprised, not everythings lasts
I've broken my heart so many times, I stopped keeping track
Talk myself in, I talk myself out
I get all worked up, then I let myself down


I tried so very hard not to lose it
I came uo with a million excuses
I thought, I thought of every possibility


And I know that we can be so amazing
And, baby, your love is gonna change me
And now I can see every possibility


And somehow I know that it'll all turn out
You'll make me work, so we can work to work it out
And I promise you, kid, I give you so much more than I get
I just haven't met you yet


They say all's fair
In love and war
But I won't need to fight it
We'll get it right and we'll be united


And I know that we can be so amazing
And being in your life is gonna change me
And now I can see every single possibility


And I someday I know it'll turn out
And I'll work to work it out
Promise you, kid, I'll give you more than I get
Than I get, than I get, than I get


Oh, you know it'll turn out
And you'll make me work so we can work to it out
And I promise you, kid, to give so much more than I get
Yeah, I just haven't met you yet


I just haven't met you yet
Oh, promise you, kid
To give so much more than I get


I said love, love, love
Love, love, love, love
(I just haven't met you yet)
Love, love, love, love
Love, love
I just haven't met you yet


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domingo, 16 de enero de 2011

Microrrelatos IX


· Cuando 20 minutos son suficientes ·


La esperaba a la salida del trabajo como cada día. En las horas laborales, mientras reponían estantes o atendían a los clientes, no tenían mucho tiempo para estar juntos, a solas; disfrutaban de los descansos o los almuerzos, aunque también les acompañara el resto del equipo. Ese camino de vuelta a casa era la parte del día que más le gustaba a Juan. Esos veinte minutos de trayecto en la línea azul de metro, dirección Puerta del Sur, se había convertido en su momento diario. Así llevaban, 8 meses, 1 semana y 4 días. Hoy, Elisa ya llevaba un poco de retraso, seguro que se retocaba en el aseo para empleados, pero si tardaba algo más habría que esperar al siguiente tren y no podrían hacer el último transbordo. Al fin salió por la puerta de servicio, charlando con otras compañeras de trabajo. Juan le hizo señas, para que ella entendiera que llegaban tarde. Ella se le acercó, y le dijo que podía irse, que había olvidado comentarle que vendría a recogerla su novio. ¿Novio? ¿Qué, cómo, cuándo, quién? Elisa también omitió que su novio, recién llegado del país de origen de ambos, había venido con intención de quedarse para una (larga) temporada si encontraba un empleo. Quizás, ella se lo recomendaría al encargado de la tienda. Cabizbajo, Juan se guardó las manos y su opinión en los bolsillos y se despidió de las chicas con un _'nos vemos mañana'_.





miércoles, 5 de enero de 2011

Mircorrelatos VIII


· Lágrimas de cebolla ·
Acababa de remodelar la cocina y Helena pensaba que le había quedado de cine. Barra americana, frigorífico de dos puertas, horno pirolítico y todo un sinfin de detalles. Aquel día se preparaba el almuerzo, el primero después de la costosa remodelación. Mientras cortaba cebolla, lloraba. Podrían haber sido lágrimas de desencanto: estaba rondando los cuarenta y no había tenido mucha suerte sentimentalmente hablando. Jeray la había engañado con una amiga de ambos; Ponti (ya no recordaba ni su nombre) era demasiado mujeriego; Marcos sólo la quiso para lo que la quiso; Pablo fue un abismo de hombre ideal; Luís nunca llegó a ser más que un amigo; Ernesto la decpcionó desmesuradamente y Andrés, su historia con él no sabía ni como calificarla. No lloraba por ninguno de ellos. Su cebolla frita, con huevos y chorizo, también fritos, le iban a sentar de maravilla y sus lágrimas sólo eran causadas por los minuciosos cortes que le hacía a la cebolla.