jueves, 30 de abril de 2015

Ya nadie me escucha

Darse cuenta de ciertas cosas, en ocasiones, resulta complicado, sin embargo, hay otros momentos en los que esos pequeños detalles, insignificantes quizás, se hacen obvios. 

Cuando comencé la caminata por Petardylandia nunca pensé que años después aún tendría ganas (muchas) y tiempo (algo menos) para seguir escribiendo lo que pensaba, lo que sentía o lo que imaginaba. Ahora, pasado ese tiempo, aquí sigo, no me he cansado de deambular por senderos literarios, pero he de decir que estoy un poco decepcionada. No me despido hoy de vosotros, entre otras cosas porque no me gusta nada decir adiós; lo que quiero es compartir mi reflexión... Aunque me consta que serán ya muy pocos la que la van a leer. Y es que con ésto guarda relación lo que quiero decir. 

Hablas de muchas cosas con la gente, conocida o no. Siempre intentas dar la mejor versión de ti mismo, para causar buena impresión, hacerte el gracioso/a o para sentirte a gusto en un círculo. Cuando las conversaciones se vuelven monótonas, sin sentido y/o aburridas pierdes interlocutores. Traslado esta afirmación al mundo blog. En aquellas primeras entradas tuve que resultar entretenida y divertida, pero algo ha pasado porque los comentarios han desaparecido, el contador de lecturas ha bajado progresivamente y el número de seguidores no varía desde hace ya la tira... Os entiendo. Yo tampoco tengo tiempo material para dedicaros el tiempo que dedicaba antes a leeros y comentaros. A eso hay que sumarle que las redes sociales nos han llevado a realcionarnos y comunicarnos de manera diferente, casi más directa y personal que lo que se pueda llegar a quedar plasmado en un post.



Ains, me gustaría buscar una solución o intentar encontrar una manera de animarme y animaros a seguir paseando... Tengo la sensación de que ya nadie me escucha y que no puedo hacer nada por evirtalo. Resignación, ¿no? Otra no me queda. Cuando queráis seréis bienvenidos en este mundo virtual de las reflexiones, los pensamientos, las opiniones, los deseos (confesables o no) y los anhelos de una persona que, sobre todo, siempre ha intentado que el rato por Petardylandia fuese un paseo que mereciera la pena y que os aportara algo a cada una de vuestras propias vivencias.