Una misma esencia: el ser humano. Una razón de sus sinrazones: la dicotomía que lo mantiene dividido. Una posible solución: mantener el equilibrio, no odiarlo todo ni amar total y absolutamente.
No sé como se rige el resto del mundo, mal viendo los resultados de lo que me rodea, pero yo he decidido olvidar y perdonar. Ya no recuerdo los nombres de quienes me hicieron daño, por lo que he dejado de odiarles. Tampoco me vuelco con los que tengo cerca, a media distancia o lejos, porque ya no les quiero de manera desmedida.
He dejado de moverme en un lugar onírico, tengo los pies en la tierra y me mantengo alerta. Pocos son los sentimientos que me ligan a alguien, pero les trato con ternura. Menos los de aversión que me profesa la gente, y sin embargo, no me olvido de poder rechazar lo que me aleje de la armonía.
Se podría decir que he encontrado en el camino el lugar exacto entre los desprecios y el afecto y, por el momento, me quedaré aquí por un tiempo.