domingo, 28 de diciembre de 2014

El último domingo del año.



Este es el último fin de semana de este 2014 y hoy no me apetece hacer el tradicional balance de lo bueno o lo malo que tuvo lugar en estos meses; lo que voy a hacer es un esfuerzo por recordar últimos momentos especiales que me ocurrieron y que cuando transcurrieron ni siquiera sabía que estaban siendo los últimos.



En este último domingo del año, recuerdo...

... la última vez que lloré de felicidad.
... el último día que alguien me alegró la tarde.
... la última ocasión en la que estrené una amistad.
... el último año que comencé soplando velas.
... la última noche que en la cama me sobraron las mantas.
... el último verano en el que me senté en la orilla a esperar el atardecer.

Y también me vienen a la memoria...

... el último chocolate caliente.
... la última carcajada.
... el último abrazo.
... la última confidencia.
... el último beso.
... la última foto familiar.
... el último paseo con mis mascotas.
... la última esperanza.
... el último almuerzo entre amigos.
... la última sonrisa.
... el último sueño... Por ahora...


¡¡¡Nos "vemos" en el 2015!!!


sábado, 6 de diciembre de 2014

Fuera de servicio



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A nadie tiene que sorprenderle que en algún momento todo el mundo explote y diga _ ¡Hasta aquí!_. Yo exploté la semana pasada. Enfermé de bronquitis y tuve que quedarme en la casa muchas, muchísimas horas inútiles en las que me dio tiempo de pensar, aburrirme, dormir, desesperarme, sudar la fiebre, pero sobre todo tuve tiempo para comprobar lo poco que le importo a ciertas personas. 

Llegó un momento en el que dejé de darle forma al sofá y él comenzó a moldearme a mí; entonces para distraerme del malestar, olvidarme de la molesta tos y entretenerme en esas horas de males involuntarios llamé a gente que de una forma u otra siempre tengo presente en mi vida. Lo sorprendente fue la reacción de la mayoría... No descolgaron sus teléfonos (y a gran parte de ellos los llamé más de una vez). Para mi propia sorpresa, no me molesté, casi me lo esperaba. Sabía que tenía que tenía aprecio por personas que pertenecieron a otras etapas de mi vida, y que aunque yo me empeñe en mantener cerca, no están interesados, tienen sus propios asuntos, han tomado rutas distintas, caminos que avanzan en direcciones contrarias, por lo que mi persona, obviamente, es irrelevante para esos falsos amigos. 

Es una lástima, pero es así, aunque me cueste reconocerlo soy para ellos como esas máquinas de aeropuertos, salas de espera de hospitales o entradas de centros comerciales, repletas de deliciosos snacks (en mi caso: consejos, vivencias, risas, abrazos) y nadie está interesado en probar suerte con la moneda y su destreza para ver que bolsa cae víctima de la inercia, porque están demasiado ocupados y cegados por sus metas. 

A partir de ahora me "cuelgo" el cartel de FUERA DE SERVICIO, y el/la que quiera saber de mí que se moleste en llamar.  



miércoles, 29 de octubre de 2014

No quería despedirme

Decisiones muchas, muchísimas las que he tomado, pero la de despedirme de ella fue de las más difíciles de toda mi vida. No corrijo, la más difícil que he tenido que tomar hasta la fecha presente. Era una viejita achacosa, pero la enfermedad se presentó sin previo aviso y yo, inmersa en mi cabezonería, la mantuve medicada más de dos meses. No me importaba el dinero, ni las visitas continuadas a la clínica, ni el desgaste físico y mental que suponía para mí. Yo no quería despedirme. Fue mi egoísmo el que la mantenía con vida. A pesar de las noches sin dormir, de los estrictos horarios, del cansancio que comenzaba a hacer mella en ambas, yo no quería despedirme. Noté como empeoraba por día que pasaba, y sin mirar para otro lado, me empeñaba en negar las evidencias porque yo no quería despedirme. A cada momento la vigilaba, me acercaba para notar su respiración, me tumbaba junto a ella para tranquilizarla, le daba de comer en mis manos porque no quería despedirme. Habían sido 14 años juntas desde que la rescaté y no estaba preparada para decirle adiós. Muchos no me entendían, aún siguen sin entenderme; no me hacen responsable, pero sí que piensan que todo podría haber sido más fácil si yo hubiese tomado la decisión de despedirme semanas antes. Fue duro, muy duro. Esa tarde tuvo más de tres ataques continuados, la señal para decidirme. Llegó la hora. Estuve con ella hasta el último latido. Mientras abandonaba la vida le pedía perdón. Han pasado casi dos meses y en la casa todos notamos su ausencia: mamá por mínimos detalles la llora a menudo, Lola duerme en su cama y Peke huele constantemente sus juguetes. Aquí siguen su correa, su comedero, su familia y su recuerdo. 

Mi Luna se fue... Y yo no quería despedirme.



jueves, 4 de septiembre de 2014

La falcata de la familia

Mi madre me dijo que la noche que llegué al mundo se asustó y que nunca consiguió deshacerse de ese miedo. El cielo tenía un extraño color rojizo, augurio del carácter vivo y curioso que me ha acompañado hasta mi décimo tercer cumpleaños y mal presagio de lo que ha ocurrido. 

Nací en una tierra dominada por hombres fuertes y valientes para su propio pueblo; violentos y belicosos para las otras tribus que nos rodean. Hija de Héctor y Helena, mis padres eligieron para mí el nombre de Hisalina. Desde muy pequeña no jugué con las niñas de la aldea ni me interesé por las tareas propias de una mujer: yo quería ir a las guerras, defender a mi pueblo igual de bien que lo hacían mi abuelo, mis tíos, mi propio padre y hasta mis primos. Con ojos llorosos mi madre me explicaba que me convertía en la vergüenza de la familia cuando una chiquilla dotada de tanta belleza la desperdiciaba fantaseando y no haciéndole caso al cortejo de Darío, muchacho con el que estaba destinada a casarme y a darle hijos a nuestra etnia. Yo le contestaba que ese era su anhelo, no el mío.

De la lejana Britania nos llegaban historias de la audaz Boadicea, reina de los iceos, y en mi mundo onírico yo, simplemente, quería ser como ella. Los varones de mi familia admiraban sus aventuras durante los almuerzos y mientras les servía la comida deseaba que continuaran relatando las hazanas de una hembra tan admirable.

Llegó el día del cumpleaños de mi primo Paulo, que vino al mundo la misma estación del mismo año en los que llegué yo. El aniversario número 13 es muy especial para nosotros los íberos. Te conviertes en un miembro más de los defensores de la ciudad y en posible candidato para heredar la falcata familiar si todos los hombres mayores que tú fallecen en el campo de batalla. Estuve muy enfadada por no tener ni los mismos honores ni los mismos derechos que él, por la tarde me fui sola al bosque y me perdí la celebración que tuvo lugar después del ocaso, junto a la hoguera, buen vino y música de fiesta.

Era aún noche cerrada cuando permanecía en el bosque enfadada y ya no por la atención prestada a Paulo, sino por la poca que me prestaron a mí. Nadie se molestó en venir a buscarme. La oscuridad de la noche fue mi aliada. Dimas, guerrero admirado de la tribu, y mi tío Mario se adentraron ruidosamente en la parte frondosa donde yo me hallaba. En un principio pensé que estaban ebrios, pero luego me di cuenta que sólo lo fingían. Cuando se pensaron que estaban solos, se dedicaron mimos, caricias y besos que, según nuestra cultura, no son apropiados entre dos hombres. Curiosa me acerqué. Hasta el momento sólo había visto a mis padres adoptando esa actitud y esas posturas, pero ¡ay!, las hojas secas del otoño delataron mi escondite. Me obligaron a salir y se enfadaron mucho conmigo. Mi tío le dijo a Dimas que no me sujetara tan fuerte, que sólo era una mujer indefensa, pero Dimas no le escuchaba y cada vez me hacía más daño. El tío Mario veía mis gestos de dolor y le pidió que me soltara, aseguró que yo les guardaría el secreto y que nadie se enteraría de lo que había pasado. Comenzaron a discutir, y yo conseguí soltarme de las fuertes manos del loco de Dimas. Mi tío me pidió que corriese hasta casa. Dimas comenzó a correr tras de mí, amenazando con cortarme el cuello.

En el poblado todos continuaban bailando y bebiendo alrededor del fuego. Nadie me vio entrar corriendo en la choza de mi abuelo, bueno, Dimas si me vió. El también se metió en ella. Jadeante, sin abandonar el tono amenazador, me dijo que sería mejor que me acercase o me mataría. Mario entró dos minutos después y yo aproveché el despiste de Dimas con la entrada de mi tío para desenfundar la falcata del abuelo. En mis delicadas manos pesaba como tres caballos, pero yo intenté sostenerla sin mostrar nada  de esfuerzo en mi rostro. Dimas comenzó a reírse y a decirme que me iba a matar de todos modos porque ni su esposa ni el resto de su familia podían enterarse de lo que yo había visto en el bosque. Mi tío intentó razonar con él, pero Dimas no atendía a razones. En ese momento se lanzó hacia mí con los ojos más ensangrentados que los de un lobo rabioso. Con todas mis fuerzas hundí la falcata en su pecho. Se hizo el silencio. Mi tío me quitó el arma de las manos, me secó las lágrimas, me dijo que él se haría cargo de todo y me pidió que me uniera a la celebración. 

De eso hace dos horas, le espero junto a la hoguera. Todos bailan, todos ríen y todos están ajenos a la sangre derramada en la morada de mi abuelo.

Ahí viene el tío Mario. Trae el cuerpo inerte de Dimas cargado a la espalda. Se me acerca y lo tira al suelo. Todos se han girado. La música ha cesado. Les está contando que Dimas ha traicionado al pueblo haciendo tratos con los romanos y que cuando fue al bosque ha descargar el excedente de vino lo vió entregarle a uno de esos romanos, a cambio de un puñado de oro, un objeto valioso de la familia: la falacata que ahora es de su padre, que antes lo fue del padre de éste y que algún día lo será de su hermano Héctor. Les dice que no tuvo más remedio que intervenir en el trueque y que los mató a los dos. El romano y su bolsa yacen en el fondo del río y al traidor lo tienen delante. El abuelo ha dado un paso al frente, le ha abrazado y ha alzado el brazo del tío Mario como gesto victorioso. Todos aplauden y vitorean al héroe.

Hace escasos segundos, el tío Mario se me ha acercado y me ha dicho: _"Aunque digna de hombres, la falcata, nuestra falcata hoy ha sido empuñada por unas manos pequeñas de mujer pero guiada por un corazón valiente de guerrera. Guarda nuestro secreto, dulce Hisalina, pero no olvides quién eres ni lo que quieres, porque es posible que mañana necesitemos tu determinación y valía para vencer a ese pueblo tan ambicioso que viene del Mediterráneo".


Vertiendo la sangre de mi propia gente me he convertido en digna heredera del mayor tesoro entre los nuestros, de nuestra seña de identidad, de nuestra letal arma. No mataré nunca a nadie más. Ya no quiero ser guerrera, mañana aceptaré la petición de Darío y uniremos nuestros linajes hasta que los dioses nos lo permitan.

martes, 12 de agosto de 2014

Un nuevo vuelo




Tanto cambio doloroso me volvió silenciosa.
Enraizada, con la fuerza de un imán al suelo.

Miraba a mi alrededor, nada me motivaba.
Ausencias, tristezas, incomprensión.

Ayer vi a la diminuta y bella mariposa.
Quise, como ella, remontar el vuelo.

Me animé y pensé _¡Ésto por fin se acaba!
Me liberé, no sin ciertos instantes de tensión.

De nuevo, hoy la vida me parece preciosa.
Ya puedo decir que se acabó mi duelo.

¿Queréis volar conmigo?
Estáis todos invitados: amigos y enemigos.



martes, 13 de mayo de 2014

La inutilidad del sufrimiento


Que nosotros/as sepamos vida sólo hay una y la cuestión entonces es: ¿por qué complicarnos la existencia?

Lo que queda claro es que lo único que no podemosolucionar son las enfermedades o la muerte, pero y al resto de complicaciones ¿por qué no le ponemos remedios? Tengo una firme impresión, a los habitantes de este lugar llamado mundo les gusta sufrir, viven encantados con la idea de ser infelices, cuando la gran mayoría tiene la suerte de ser auténticos privilegiados. Ealgo en lo que me había fijado hace mucho tiempo, pero no fue hasta la semana pasada en clase durante un debate, el momento en el que decidí convertir lo que pienso en una entrada para el blog.

Hablamos de supersticiones (gatos negros)amuletos (rabos/patas de conejos) y ritos (pedir un deseo al ver un a estrella fugaz). Entre todas señalamos las diferencias y los parecidos entre nuestra cultura y la anglosajona, y de ahí se derivó al tema de tener buena o mala suerte. Me sorprendió que la mayoría dijera que tenía muy mala suerte; primero por la edad [¡tan jóvenes les queda tanto que ver y vivir!] y segundo por las ideas y los problemas "derivados" de lo que llaman mala suerte. Yo les di mi visión: mala suerte es no tener qué comer, carecer de un techo en el que cobijarse o no disponer de los medios necesarios para operarse de la enfermad X en el extranjero o incluso dentro de nuestras fronteras. Me llamaron optimista, persona feliz y positiva, lo que no me sorprendió, ya que procuro regalar sonrisas siempre que sea posible y se mostraron encantadas con mi "convincente" argumento, sin embargo, no vi muy convencida a R. y a ella es la que quiero dedicar este escrito. El pasarlo mal por la separación de tus padres, llorar por exámenes suspendidos, añorar a esos novioque te dejaron por el camino, echar de menos recuerdos pasados y todo lo que implique sufrir es inútil, no merece la pena. Poco es el tiempo en el que nos movemos por este absurdo planeta, pero os aseguro (y garantizo) que con positivismo y optimismo va merecer la penandar por aquí. 








martes, 18 de febrero de 2014

Desde el corazón: alto y claro

http://www.youtube.com/watch?v=sc_ngF9GCsM



¡Y es que sólo una mujer podría decirlo así de claro! 

Lo que nos queda es que le llegue el mensaje alto y con fuerza al caca/ministro de (in)justicia Gallardón y a su fascista partido que lo apoya con votos secretos y no de cara a los votantes [no vaya ser que pierdan más por el camino]. 

Por si no se han enterado: somos dueñas de nuestros cuerpos, capaces de tomar nuestras propias decisiones y ¡pariremos cuando nos de la gana!

Lo firma una mujer de los pies a la cabeza.



Comparsa 2014 "Óyeme": http://www.carnavaldecadiz.com/


jueves, 6 de febrero de 2014

Microrrelatos XV

 · La niña fantasma · 

Etérea
silenciosa  

Misterios

Cuando no te la esperas ellaparece delante de ti. No te dice nada, pero sabes lo que quiere. Lsiguesin miedo, no te asusta. Te inspira confianza, aunque te guiase a un peligro inminente lseguirías de igual manera. La conoces de antes, de mucho antes. No es el personaje de un libro, ni lprotagonista de unpelícula, ni mucho menos laparición de un sueño. La has visto en la vida real, en tu día día. Mírala bien, ¿no lreconoces? Frente a ti tienes un espejo, y ese reflejo es el tuyo. Eres tú, la niña fantasma, la misma que cada noche sale a jugar por los pasillos de esta casa viejaolvidada y en ruinas; la pequeña que niega que ya no sigue entre los vivos. Eres tú, soy yo... Mana no te recordaré.