domingo, 28 de marzo de 2010

Amor reducido a cenizas



Primero fueron los besos. Los fuiste dosificando, como con un cuentagotas, hasta que al final dejaron de existir. Le siguieron las caricias y todo tipo de gestos de cariño. Conseguiste que fueran cada vez más y más escasos, fríos y, me atrevería a decir, hasta impuestos, a pesar de ser lo que tenía que ocurrir en una pareja. Pasó lo mismo con la comunicación entre vosotros. Dejasteis de tener cosas importantes que deciros. Te refugiaste en el trabajo para no pararte a pensar en lo que os estaba pasando y hasta buscaste ausencias prolongadas con reuniones inventadas a última hora para llegar a la casa cuando ella ya estuviera dormida.



Aquel día, ¿lo recuerdas? Como venía siendo costumbre, llegaste a las tantas después de haber fingido otra asamblea repentina. Tras el horario de ocho horas de oficina estuviste en un bar, desde allí decidiste ir a casa de tu madre (sí, la misma que tanto se extrañaba porque en los últimos meses la visitaras con tanta frecuencia), luego fuiste a dar un paseo por las calles vacías de la ciudad y, cuando lo creíste oportuno, regresaste bajo el techo que ambos compartíais porque pensaste que Elena estaría ya acostada. Brillante deducción, Watson. A esas horas todo el edificio estaba ya en los brazos de Morfeo. Solías acabar tus días dándote una ducha, pero era ya tan tarde, que ni te apetecía seguir el ritual del baño. Sin hacer ruido, te desvestiste, tan cansado que ni te pusiste el pijama, y te metiste en la cama en ropa interior.



Al despertar a la mañana siguiente, te extrañaba que Elena estuviera aún tendida en la cama, pues a ella nunca se le solían pegar las sábanas. Aunque su médico le hubiera dado la baja, debido a su depresión, ella aprovechaba su tiempo del alba al anochecer. Frente a la tele, por los rincones, en la consulta del psiquiatra, llorando sin consuelo en el banco de algún parque, pero nunca podía dormir más de seis horas. No la quisiste despertar y te fuiste directo al cuarto de baño. Con legañas pegadas en las pestañas, abriste el grifo de la ducha para que fuera saliendo el agua caliente, te quitaste lo poco que te quedó por quitarte la noche anterior y te metiste bajo el chorro. Durante el trance "líquido purificador y tú" no reparaste en lo extraño de la situación. Dejaste que la ducha, además de la suciedad, arrastrase también los problemas de la cabeza y tú no les impedías que se fueran por el desagüe. Fue al salir, mientras te secabas, cuando te fijaste en las cajas de pastillas esparcidas alrededor del lavabo. Como la noche anterior te saltaste este momento, no pudiste verlas, sin embargo, ahora estaban allí delante de tus ojos como por arte de magia. Sin pensar en nada más, saliste corriendo hasta el dormitorio. Perdiste la toalla por el camino. Te inclinaste en el lado de la cama de Elena y la llamaste. Ella hacía caso omiso. La sujetaste por los hombros y la zarandeaste. Tampoco te respondía. En un breve instante de calma y lucidez atinaste a tomarle el pulso. No tenía. Entonces, desnudo, te sentaste en el filo de la cama, tomaste a la inerte Elena entre tus brazos, la acunaste como si se tratara de una madre con su bebé y, meciéndote, comenzaste a llorar. La realidad se hizo evidente, la habías perdido. Hoy, estamos todos haciéndote compañía en el tanatorio y lo que sujetas entre tus brazos no es a Elena, son sus cenizas. No quieres soltar la urna. Te niegas a darle el adiós definitivo, y no te das cuenta que la reliquia contenida en el recipiente de porcelana ya no es ella. Realmente, lo único que te queda es la reducción en minúsculas partículas de la mujer a la que dejaste de querer y a la que ahora quieres por encima de todas las cosas.

10 comentarios:

Mica dijo...

Qué historia tan fuerte, y a la vez tan real. Es triste que a veces tenga que pasar algo así para darte cuenta de lo que tenías. Justo cuando lo pierdes, te das cuenta del valor que tenía. Por eso hay que abrir más los ojos a la realidad y pararse un poco para analizar los verdaderos sentimientos que tenemos hacia alguna persona. Muy bonito Petardy. Un beso.

Logan y Lory dijo...

El más trágico final para un amor quizá en deterioro. Ella se sintió sola y él el lugar de acercarse a ella se alejaba.. Ahora llora que la ha perdido para siempre.

Un dia escuché decir a Antonio Gala: "... es que hay que estar enamorado del amor"

Es significativo y muy cierto.

Precioso y tristísimo relato.

Un abrazo

Mr. Ravae dijo...

Pobre Elena... Me ha conmovido mucho la historia.
Besos

ELILUC dijo...

Es triste el cuento, pero es una historia que aunque no siempre tiene este final, es muy frecuente.
Un abrazo

Dalo dijo...

Solo nos damos cuenta lo valiosa que era una persona para nosotros cuando la hemos perdido, es triste pero creo q esta triste sensación de perdidaque alguna vez nos ha pasado a todos, o por lo menos a mi. Saludos.

Anónimo dijo...

Gran relato.
Triste?...Sí
Real......Sí (en simbolismo)
Perooo.... Por muy desgarrador que sea la situación en la que podamos vivir, en lo que se refiere al amor; uno nunca ha de dejar de quererse, es más por mucho que quieras a alguien, tú siempre te has de amar un plus más de lo que amas al prójimo.
Nunca olvidar lo siguiente... Eres dueño/a de tu vida, de tu felicidad y tu tristeza, bla bla bla... Así que intentar depositar en los demás lo menos posible de responsabilidad.
Espero cumplir o tener presente todo lo que pienso y escribo.

Por último... Esta es la máxima expresión de cobardismo. Borrarse, eliminarse, suicidarse.

José Luis López Recio dijo...

Muy bueno. Es un relato que impacta mucho; tiene fuerza y realismo a raudales con un final trágico.
Un gran abrazo

Anónimo dijo...

Ufff... Que realidad. Siempre nos pasa que valorizamos mas las cosas cuando no las tenemos. Pero yo me pongo siempre a pensar , sera tan asi?? Porque si cuando lo tenemos no lo valorizamos , por ahi creamos esa realidad de fantasia simplemente para no sentirnos culpables que antes que se fuera no valorizabamos nada. Se entiende lo que quiero decir??

besos hermosa!

juancho!

Quequieresquetediga dijo...

Pero que relato tan tristisimo y veridico al mismo tiempo. No hay nada como fijarse en los pequeños detalles de la vida real para contar historias tan bien contadas.

Petardy dijo...

Lo que hacemos no es nunca comprendido, y siempre es acogido sólo por los elogios o por la crítica (F. Nietzsche).