Ver, oír, callar

Cierro los ojos, y no para dejar de ver las injusticias,

son tantas y tan incalificables que

ni con los ojos cerrados son inevitables,

pero al menos, de la oscuridad puede que

llegue a nacer un nuevo mundo,

una más justa realidad

cuando quiera volver a recuperar la visión

de lo que me rodea.

Tapo mis oídos, me alejo del ruido del tráfico,

de los gritos de la mujer maltratada,

del llanto del niño abandonado,

de las mentiras de los amantes,

de las quejas de los políticos,

del timbre del teléfono

y de las voces de los desconocidos.

No es la mejor solución,

pero desde mi sordera puedo crear melodías nuevas,

menos ensordecedoras y más valiosas.

Sello mis labios para no dejar escapar palabras

hirientes como cuchillos afilados.

Al no tener nada interesante que contar

es mejor que me calle.

Cualquier mensaje, escrito o hablado,

dice mucho de uno mismo

y ya no me apetece que lo que yo os manifieste

siga siendo muestra de mi decepción.

Toca enmudecer hasta que tenga alguna poesía que recitar.