domingo, 1 de febrero de 2009

Vidas curiosas IV: Katherine Hepburn


«Hay mujeres, y además está Kate. Hay actrices, y además está Hepburn» (Frank Capra, 1948). Sin duda alguna, Kit, como la llamaban en casa, siempre ha sido un ejemplo a seguir para mí: una mujer que se saltó las reglas de la fraudulenta sociedad de los años 30 y del recatado Hollywood de comedias románticas y que le dio un giro a los cánones de belleza representados en la gran pantalla (la andrógina pelirroja flacucha, de pómulos marcados y piel pecosa rompió moldes que dejó boquiabierto al personal). También, supo llevar como nadie, con elegancia y soltura, un jersey de cuello alto con pantalón de pinza (todo un atrevimiento que una señorita vistiera así).


Katharine Houghton Hepburn, nació el 12 de mayo de 1907 en el seno de una familia liberal, tolerante y aristocrática con orígenes en el mismísimo Mayflower y con la amistad de George Bernard Shaw. Kate era la segunda de seis hermanos -Tom, Kate, Dick, Bob, Marion y Peggy-, aunque el destino quiso que ella se convirtiera en la mayor de todos cuando Tom se ahorcó en casa de unos familiares. La intrépida, deportista, alegre y bromista Kit (llegó a cortarse el pelo y comenzó a auto-apodarse Jimmy porque le gustaba ir y jugar con chicos), se convirtió en una niña retraída, que dejó de ir al colegio (siendo educada en casa por sus propios padres) y que endureció su legendario carácter para siempre.


Tras pasar unos meses en la casa familiar de verano, volvió a los libros; la matricularon en estudios de Física en el prestigioso Bryn Mawr College de Filadelfia y sería allí donde comenzaría su interés por el arte dramático (le podría haber dado por meterse en política como a su madre, pero no, quiso ser actriz). Fue apodada como “la Zarina” durante la época de universidad, debido a que por aquel entonces se preparaba la representación de la obra The Czarina y Kate hizo uso de su temperamento para conseguir un papel en ella. Lo consiguió y su debut fue muy aclamado. Años más tarde, teniendo contrato con la RKO – una productora californiana-, se ganaría el sobrenombre de “Veneno de la taquilla”, pues todo proyecto que realizaba no alcanzaba el éxito esperado (como por ejemplo, cuando fue rechazada para representar a Scarlet O’Hara en Lo que el viento se llevó a favor de Vivien Leigh). Este mote también se lo ganaron Marlene Dietrich, Fred Astaire o Joan Crawford por el mismo motivo.


Dejó la costa Oeste y se marchó con los suyos a Connecticut, momento en el que decidió retomar su carrera teatral, consagrándose como dama de los escenarios. Entró en Broadway por la puerta grande y desde entonces ya nadie más cuestionó su talento. De hecho, es la actriz más reconocida con 12 nominaciones a los premios Óscar. Bueeeeeno, vaaaaale, todos sabemos que Meryl “sosilla” Streep –con la que por cierto, Kate se negó a trabajar en varios proyectos- ya tiene 14, pero aún es Kate la que tiene el máximo número de galardones conseguidos: los ganó por sus trabajos en Gloria de un día (1933, era la 3ª película que realizaba y en ésta interpretaba a una joven e ingenua actriz en busca de fama), Adivina quién viene esta noche (1967, hacía de una madre a la que su hija se le va a casar con un “oscuro” pretendiente; las malas lenguas dicen que se no se lo dieron por su papel sino por compensar la pérdida de Spencer Tracy; no os impacientéis, ahora os cuento que tenía que ver con ella), El león de invierno (1968, en la cinta era una magnífica Leonor de Aquitania, madre de Ricardo [corazón de león] que va a pasar una navidad en familia después de haber sido encerrada en una torre) y En el estanque dorado (1981, donde hacía de la paciente Ethel, mujer del malhumorado Norman –Henry Fonda- y madre de Chelsea –Jane Fonda-, hija que los va a visitar a este idílico lugar). Curiosamente, Kate no fue nunca a recoger sus Óscar, admitiendo que si no se molestaba en ir a por ellos, tampoco debía tenerlos, así que donó los cuatro premios al Empire State Building. La única vez que Kate fue a una gala sucedió en 1974. Se celebraba la 46ª edición y ella aceptó subir al escenario para entregarle el premio honorífico Irving Thalberg al productor Lawrence Weingarten. La anécdota del acontecimiento fue que Kate se presentó vestida con un pijama para protestar por lo banales que le parecían los premios Óscar y sus ceremonias (como no he podido encontrar ningún documento fotográfico, os dejo el enlace del vídeo por si os pica la curiosidad; esa era “mi” Kit:
http://es.youtube.com/watch?v=nNQAFm2OYXQ).

En todo el rodaje de La reina de África, su compañero de reparto –Humprey Bogart- y el director de la película –John Huston- sabiendo que Kate era una maniática del orden y la limpieza le gastaron infinidad de bromas. Más tarde, sería la propia Kate la que las contaría al detalle en un libro titulado “Cómo viajé a África con Huston, Bogart y Bacall y casi pierdo la razón”.

Como toda film star que se precie, Kate tuvo a sus espaldas conquistas reconocidas: siendo muy jovencita mantuvo un sonado romance con el multimillonario Howard Huges (amante que le regalaría los derechos de la obra taetral The Philadelphia Story para que sólo ella pudiera hacer su versión cinematográfica; proyecto que se haría realidad junto a dos grandes compañeros de reparto como fueron Cary Grant y James Stewart. Kate propuso a Spencer Tracy y Clark Gable, pero el resultado demuestra que George Cukor tuvo buen ojo para crear una película memorable). Se casó con Ludlow Ogden Smith, quién antes del enlace tuvo que invertir su nombre porque Kate se negaba a ser la Sra. Smith; en 1933 se divorciaron. También fue amante de dos hombres bastante parecidos: ambos casados e infelices, católicos y alcohólicos hasta la médula, John Ford y el gran amor de su vida, Spencer Tracy. Con Tracy compartió 26 años (que no son pocos), formando una de las grandes parejas del cine y de la vida, pero él jamás se separó de su mujer “oficial”.


Desde su consagración, fue portada de muchas revistas, nombrada la mejor actriz de la historia en incontables ocasiones y en un ejemplar de Esquire (la más antigua y prestigiosa revista masculina) fue incluida entre las 50 personas más influyentes del siglo XX (ahí es na’). El 23 de junio de 2003, tras superar varios cánceres en la piel y sufrir Parkinson, se rindió ante un tumor en el cuello. Katherine Hepburn nos dejó para siempre… Las luces de los teatros de Broadway estuvieron apagadas una hora en honor a su dama.

Bueno, parece que la biografía de Kate me ha quedado algo extensa, pero es que la vida de alguien como esta fierecilla a la que nadie domó no se podría haber contado con dos palabras. Termino citándola: «A veces me pregunto si los hombre y mujeres se complementan. Quizá deberían vivir puerta con puerta y hacerse visitas de vez en cuando»… ¡Qué sabia eras, mi querida Kate!







2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya repaso a la vida de la señorita!. Y lo que se te habrá quedado por el camino. Creo que no he visto ninguna película suya pero que sepas que sólo por todo lo que he leído sobre ella ahora mismo me ha picado y todo (la del estanque dorado suena bien). No sabía que se encontraba entre tus ídolos. Y yo también firmo su frase, eh?, toda la razón.

Besazos de algodón de azúcar picadientes!

Petardy dijo...

Hay tanto que no sabes de mí, querido bro, que ni una vida completa te sería suficiente para averiguarlo. Me conformo con haber creado otro adepto para el club de Kate!

Espero tengas un buen día rodeado de libros y de paseos en bici. Mil besitos.